Juan M. Garcia
Santo Domingo, Rep. Dominicaa.-El reciente caso del robo, con el que se estaba desmantelando un departamento tan importante como la Intendencia de Armas de la Policía Nacional, pone al desnudo, no sólo la corrupción en esa institución, sometida hoy día, a un proceso de reforma que está siendo muy cantaleteado.
La corrupción en la estructura administrativa del Estado es un viejo cáncer que sobrevive desde los cimientos mismos de la República. Y eso significa mucho, pero no es suficiente para obviar el tema ni permitir que el aparato judicial se convierta en perdona vidas y refugio de delincuentes.
El proceso de creación de la República fue un proceso corrupto, como lo fue la conformación del primer gobierno provisional que coronaría los esfuerzos y sacrificios del Patricio General Juan Pablo Duarte.
Lo demuestra el mismo hecho de que el General Duarte, siendo la fuerza moral de esa primera Junta de Gobierno Provisional, no estuvo presente a la hora de constituirse.
La ponzoña maldita y purulenta de Pedro Santana estuvo siempre atenta para el asalto armado al mando de las nacientes tropas, del salón en que se aprobaría la primera Constitución.
Así, impuso el escarnio del artículo 210 que al desnaturalizar la Constitución duartiana, lo declaró duradero dictador y jefe de la naciente raza mafiosa que acorralaría el destino moral de la República Dominicana.
A partir de ahí, se puede afirmar que la historia de la corrupción administrativa estatal ha sido la historia real de la Nación. Un nudo fatal, patente todos los días, en la cadena de casos que suele exhibirse sin decoro y que se quiere decir es muestra de una lucha contra la corrupción, que es apenas un balbucir simulatorio que delata la debilidad del sistema.
El expediente con que se está queriendo testimoniar cómo operaba la banda criminal interna en la Policía Nacional, durante larga data, para robar, traficar y hacer negocios con millares de armas, y venderlas al mejor postor en el mercado callejero del país, hasta a los haitianos del exterior, no pasará de ser eso: sólo un expediente más. Con tristeza, confesémoslo. Eso testimonia nuestra miserable historia de la corrupción en las instituciones del Estado.
Algún día, a ese tipo de bandoleros internos del aparato estatal habrá que desnudarlos ante todas las tropas, y vapulearlos con dureza hasta liquidarlos. Y aún, no habrá ejemplos suficientes, como señal naciente que serviría, hasta para ejemplificar a quienes corrompen la aplicación de las leyes y la Justicia.
Fuente: Reporte Extra.com