Mi ventana óptica
Por Alejandro Almánzar
La búsqueda del poder en Los Estados Unidos pocas veces ha estado ajeno a la violencia, tanto físico como verbal, incluyendo magnicidas que salen de la sombra, y peor, cuando los líderes sólo promueven un discurso incendiario con descalificaciones hacia sus adversarios.
Ahora fue Trump, la tarde del sábado 13 de julio, atacado a tiros durante un mitin en Butler, Pennsylvania, saliendo levemente herido por Thomas Matthew Crooks, joven de 20 años dijo el FBI, quien fuera abatido por el Servicio Secreto, en la balacera un asistente a la concentración resultó muerto por el atacante, otros salieron heridos, algunos de gravedad. Lic. Alejandro Almánzar
Esto recibió el repudio internacional, así como del presidente Biden, quien ha rechazado ese comportamiento de quienes no creen en la democracia, dijo estar atento a la salud del exmandatario y al desarrollo de los acontecimientos. Quienes participan de esta actividad saben se exponen a estas acciones, el último había sido Reagan, en 1981, ya siendo presidente, atacado en Washington, por John Hinckley Jr., un "enajenado mental", cuando abandonaba un hotel.
En 1968, Kennedy, murió en Los Ángeles, a mano de Sirhan Sirhan, cuando buscaba la nominación presidencial democrática. Es una cadena extensa de esos incidentes en la actividad política, George Wallace, en 1972, buscaba la nominación presidencial como candidato independiente.
Tiroteado por Arthur Bremer, en un mitin en Maryland, del cual sobrevivió, pero quedando paralizado de la cintura hacia abajo. En 1912, a Theodore Roosevelt, John Schrank, le disparó en Milwaukee y a pesar de estar herido continuó dando su discurso antes de recibir atención médica, era candidato por el Partido Progresista.
Abraham Lincoln sufrió varios atentados antes de ser asesinado por John Wilkes, en 1865, cuando había sido reelecto en la presidencia. Andrew Jackson, en 1935, siendo presidente, Richard Lawrence, intentó matarlo, pero las pistolas fallaron.
Igualmente, Trump escapó al magnicidio, aunque su rostro se vio ensangrentado, porque una bala hirió su oreja derecha, un disparo que buscaba matarlo y provocar una conmoción política y social que no necesitamos; quizás esto permite bajar la intensidad del debate entre los dirigentes.
Aunque nadie se imaginaría que, en pleno siglo XXI, todavía existan radicales, capaces de acabar con la vida de alguien por no ser cónsono con sus ideas, como si el tiempo se hubiese detenido en ese ayer cuando estas se combatían con las armas, las ideas no son para matarlas, si no, para confrontarlas y sacar lo mejor de ellas.
Con el candidato republicano no tenemos necesariamente que coincidir en todo, como cualquier humano comete errores y cree en aquello que otros no tienen que creer, pero desde el poder, dejó su marca de conciliador, civilista, dialogó con enemigos y se interesó como ningún otro por acabar los conflictos armados en el mundo.
La sociedad norteamericana tiene serios problemas a enfrentar para detener la violencia, las armas en cualquier mano, el consumo indiscriminado de drogas y el uso de las redes sociales, investigar, si esto último no está incidiendo en alguna perturbación mental y emocional que exhiben ciudadanos, particularmente en jóvenes.
El discurso político también debe ser revisado, pues las palabras incendiarias en la campaña generan este tipo de situación y aportan poco al debate y a las necesidades de los pueblos, aprovechada por extremistas asociados o como lobos solitarios para sembrar el dolor.
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