Mi ventana óptica
Por Alejandro Almánzar
Como la casualidad no existe, tampoco es casual que los actores de la política vernácula apuesten cada día a debilitar la institucionalidad, creamos altas cortes, tribunales para delitos electorales, persecución de la corrupción, en fin, pero todo se resume en simples enunciados llenando espacios en blanco sin consecuencia para aplicársela al poderoso.
Como si fuéramos ilusos o aventureros quienes creemos en la democracia, acudimos por más de 60 años a “elegir las autoridades”, llevándonos la sorpresa de que nuestra determinación no vale, porque al final, se impondrá la voluntad del rey midas instalado en palacio, aunque sea quebrantando todas las normas establecidas mediante acciones dolosas, represión política, compra de cédulas e intimidación al votante por diferentes vías comprobado y denunciado por la OEA.
LIC. A. ALMANZAR |
Esto se agrava, cuando en esta componenda entra la llamada oposición, validando un proceso viciado de principio a fin, como dije en aquella oportunidad, contando con la complicidad de la JCE y sus jueces, advertí, los opositores se encaminaban a una encerrona electoral preparada por el gobierno.
Aunque no vivo en La República Dominicana, era fácil percibirlo, que valiéndose de encuestas tan falsas como las elecciones en cuestión, creaba una falsa percepción, que quedó demostrado con el pírrico resultado, que ni siquiera abusando del poder pudo lograr, porque una cosa es percepción y otra muy diferente, es la realidad.
Fue la única fuerza política que llevó su militancia a votar y comprando conciencias, aun así, alcanzaron un 25% del sufragio, confirmando lo que he dicho, el PRM no tiene un 37% de voto duro, pero la oposición ayuda al presidente a creerse sus mentiras.
Si este macabro proceder no encuentra a un país dispuesto a detenerlo, preparémonos para lo peor. No podemos hablar de democracia, si dicho sistema se fundamenta en la determinación de los pueblos, cuando el votante, prácticamente es obligado a abstenerse de ejercer su derecho al voto por presión del gobierno.
Súmele a eso, una dirigencia aburguesada, corrompida y desmoralizada, acomodada a las canonjías que la corrupción proporciona desde el Estado, constituida en un entramado mafioso, que irrespeta a los ciudadanos y sus derechos, como ejemplo, la Ley 01-24, con lo que pretenden acallar a la población para que tolere todo en absoluto silencio.
Días antes de las elecciones lo advertí en esta columna, los resultados electorales no serán la voluntad popular, pues nunca en la historia republicana vi tanto abuso de un gobierno para controlar a la fuerza las instituciones públicas.
La abstención de más de un 60%, refleja el desinterés del dominicano por algo que cada vez produce más desigualdades. En Santiago, más del 70% rechazó ir a votar, tal vez, consciente de no querer perder su tiempo, o sea, estamos frente a una crisis de confianza del liderazgo político y sus autoridades.
Llegará el día, en que la gente renunciará a eso, mi preocupación ahora es, que esa abstención fue inducida, tanto, que dejó al descubierto la impopularidad de Abinader y sus colaboradores, lo único positivo que arrojó dicho proceso.
Que hayan decidido legitimar la ilegalidad, es el fin de la democracia, esa indecencia, terminará siendo la fosa, donde Luis Abinader y la partidocracia serán enterrados por siempre, pues como un escándalo borra otro, ahora proponen volver a unificar las elecciones, como si el problema radicara en eso.
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