Por Arcadio Lugo Puello
“La política no tiene relación con la moral “
Algunos biógrafos de Nicolás Maquiavelo coinciden en describirlo como un personaje con características muy peculiares, señalado como inseguro, suspicaz, miedoso, muy fatigado como si huyera de la muerte, delgado, caballos raros, frente hundida, ojos vivaces, labios sensuales y desconfiado hasta de sí mismo.
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| Lic. Arcadio Lugo/articulista |
Nació el 3 de mayo de 1469 en Florencia, Italia, su familia era muy noble, aunque no muy acaudalada. Este personaje es el autor de uno de los libros más lúcidos y controvertidos de todos los tiempos: EL PRÍNCIPE un tratado sobre doctrina política seguido por muchos políticos.
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El futuro personaje que a corta edad fue merecedor de un nombramiento en su ciudad natal, cuando solo tenía 21 años, siendo asignado segundo Vicecanciller de Florencia. Las cosas no quedaron ahí, además se desempeñó como embajador de Luis VII, emperador de Maximiliano I de Alemania y de Cesar Borgia.
Maquiavelo tuvo una vida cargada de altibajos, al punto que fue encarcelado y sometido a crueles torturas. Pasado el tiempo de prisión, recupera su libertad, pero éste no acude al laberinto de la sociedad, sino que se refugia en una finca de la familia situada cerca de San Casiano y allí escribió los discursos sobre la primera década de Tito Livio y además ahí emanó de su mente genial su obra maestra, El Príncipe, en 1513.
Para él ésta obra fue el oasis donde pone de manifiesto su pensamiento político señalando las medidas políticas que han de ayudar al gobernante a hacerse con las riendas del Estado o mantener un poder adquirido por la fuerza de las armas o la suerte de la fortuna. Entre las observaciones que hace a los gobernantes dice: “ cómo la gente se deja seducir por la apariencia el gobernante ha de hacer gala de devoción y lealtad, por lo menos aparentes, sin embargo, en última instancia es mejor ser temido que amado.”
Ya se sabe que los más grandes dictadores del mundo se han leído esta obra y le ha dado óptimos resultados, Jacobo Rousseau, por su parte la consideraba como el libro de cabecera de los republicanos, Napoleón Bonaparte la leyó y le hizo agregados al margen, Manuel Machado la consideró como una obra profética, mientras que Carlos Marx la llamaba mi maestro, como una forma de agradecer lo aprendido en ella.
Se dá por entendido que con la obra El Príncipe, Maquiavelo trataba de granjearse el favor de Lorenzo el Magnífico, dedicándole la misma, pero a este afán del autor, el Magnífico simplemente le correspondió enviándole una partida de botellas de vino. Con esta respuesta dada a su obra parece ser que el Magnífico sabía de la forma de vida ruin y mundana de este personaje, el cual tenía como pasatiempo la caza, llegando a la ruina y verse obligado a talar bosques de su propiedad para producir los alimentos imprescindibles para sobrevivir.
Este derrumbe económico lleva a Maquiavelo a un nuevo estilo de vida, que comenzaba el día revisando los resultados del día anterior y entremezclado con los leñadores que siempre reñían entre ellos mismos y con los vecinos.
Al terminar el día se marchaba a orilla de una fuente a escuchar a los pajarillos cantores. Hacía esta ruta, pero no iba solo ya que bajo el brazo siempre llevaba un libro, de Dante, de Petrarca o uno de los poemas de los poetas menores como Tibulo Ovidio u otros propios de la época.
Según el biográfico Elías Torres Sosa en su obra Los Más Grandes Personajes de la Humanidad, manifiesta lo siguiente: “Los gobiernos de carácter democrático han leído El Príncipe, y quien no lo ha puesto en práctica, ha fracasado como son los casos de: Salvador Allende, Lincoln, Juan Bosch y Kennedy.”
Nicolás Maquiavelo fue más allá del Príncipe, escribió otros libros entre ellos la Mandrágora, donde describe las costumbres florentinas de su época, la comedia Clicia y El Arte de la Guerra, estas son las más destacadas. Estuvo casado con Marietta Corsini procreando cinco hijos. El 21 de junio del año 1527, en Florencia llega la hora del adiós para Nicolás, para aquél quien en vida lapido la siguiente frase: “El fin justifica los medios” y al fin y al cabo muere casi en el olvido y, paradoja de la vida, después de su desaparición sus aportes a la bibliografía logran alcanzar un sitial preferencial en el gusto de los lectores.
