Mi ventana óptica
Por Alejandro Almánzar
Acostumbrados a vivir de sueños y promesas para después de la “muerte”, convencidos de que la esperanza mantiene o que es lo último a perderse, arrastramos un pasado que como cruz a cuesta cargamos en un mundo plagado de injusticias.
Sigo pensando, que el socialismo ha fracasado, pero que el capitalismo tampoco ha triunfado, aunque el "misterio chino", parece ir cambiando esa percepción, con los resultados alcanzados por la tierra de Mao, que hoy coquetea con la hegemonía universal.
Mientras el capitalismo, a su paso sólo deja un ejército de desamparados y hambrientos, reforzado por una hueste de viciosos y enfermos mentales, como si las riquezas generadas sólo sirvieran para empobrecer y crear males sociales.
Ante su eminente derrumbe, y la ruina dejada, ahora promueven un nuevo orden, el cual, conformado con las herramientas de este, no podemos esperar cambios favorables para quienes procuran alimentar sus miserias con las migajas que arroja dicho método.
La misma historia de los imperios, uno cae y otro aparece, cuando modelos como la esclavitud sólo cambian la forma, pero con idénticos resultados. La política no es diferente, pues junto a la religión se convierte en pieza del rompecabezas.
Una asociación, cual fuerte de concreto que se estrella todo aquel que decide enfrentarlo, donde convergen Iglesia, ciencia, filosofía y capitalismo. No es extraño entonces, que pasáramos de pacientes de la medicina a ser clientes de los laboratorios y quienes viven del tema salud.
En la política, desde que egipcios, griegos y romanos establecieron el concepto de Estado, venimos experimentando cambios, pero con los mismos resultados para dominantes y dominados, explotadores y explotados.
Los sistemas políticos conocidos desde la antigüedad como la democracia, totalitarismo, monarquía y autocrático son un reflejo de lo antes dicho, pues todos han fracasado y los pueblos sólo han visto aumentar sus pesares con la concentración de las riquezas en pocas manos.
Los llamados cambios de regímenes en nuestros países han dejado mal sabor. Trujillo, llegó al poder, producto del caos imperante en varios órdenes y muchos vieron en ese aventurero la posibilidad de cambiar para bien, resultando todo lo contrario.
Un Hitler, en Alemania, Stalin, en Rusia y hoy pueblos como El Salvador, con Bukele, ahora Milei en Argentina, pero el trauma surge cuando la gente se da cuenta de que todo cuanto ha cambiado ha sido para empeorar.
En el caso de Nayib, hasta este momento, todo parece ir en la dirección correcta, el argentino inicia hoy su mandato y debemos aguardar, pero no se instala en la presidencia con buenos augurios, o por lo menos, es la percepción de hoy.
En un modelo menos injusto, la autoridad dominicana estuviera preocupada con la seguridad vial, donde tanta gente muere cada año. En lugar de usar recursos para comprar conciencias y callar voces corruptas de los medios, los invertiría en educar en esa materia.
Para prevenir los delitos en barrios y ciudades, incentivando a la policía, para que no apadrine las acciones delincuenciales.
El dinero desperdiciado en una plaga de congresistas levanta manos, serviría para pagar fiscales que no se asocien juntos a policías a criminales y narcotraficantes. Es ese funesto proceder de gobernantes que nos dice el sistema falló, dejando como futuro la desesperanza y falta de amor a la patria por parte de jóvenes, que buscan abandonar el país por cualquier vía.
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