dom, 6 nov, 22:32 (hace 2 días) |
Mi Ventana Óptica
Por Alejandro Almánzar
178 años han pasado, desde que nos dimos la primera Constitución, a 9 meses del nacimiento de la primera República, acontecimiento ocurrido en San Cristóbal, el 6 de noviembre, de 1844, para sentar la base de la convivencia entre los quisqueyanos, después de la separación de Haití, que por 22 años intentó quedarse con el dominio de la Isla Hispaniola.
Allí, se promulgó nuestra Carta Magna, la que, desde entonces, ha sido tema de discusión entre grupos de poder, que la modifican de acuerdo a conveniencias, y raras veces, ha asumido alguien la presidencia del país sin que sus planes no sean cambiarla, para ponerla en sintonía con sus pretensiones.
Desde su inicio, fue convertida en el instrumento que, en lugar de unificar, divide a la sociedad, ofreciendo garantía sólo a quienes se diputan el Estado y sus instituciones, por eso, ya se aproxima a 40 modificaciones, de las que sólo en dos de estas se han establecido derechos para el ciudadano.
La de 1963, promulgada por Juan Bosch, y la de 2010, que puso en vigencia Leonel Fernández, donde en esta última, se tomó en cuenta la familia y ciertas prerrogativas mas, que la hacen un tanto representativa. Las demás, únicamente fueron para acomodarle caprichos a gobernantes y el entorno.
Durante el siglo XX, que recuerde, Antonio Guzmán y Jorge Blanco, fueron los únicos en pasar por el trono sin tocarla, ni asediarla. Pero la historia está reciente aún, con Hipólito Mejía, Danilo Medina y el actual mandatario Luis Abinader.
Dejo de lado a Leonel, porque la propuesta de modificación no estuvo motivada a su continuismo. Y si fue su intención, como dicen sus enemigos, supo por lo menos guardar las apariencias. Ese afán de alterar la Constitución, tiene al sistema de partidos casi colapsado.
Incluso, organizaciones poderosas, como el PRD y PLD, en la actualidad, están a punto de desaparecer, ya que, Hipólito y Danilo, colocaron su sed de poder por encima de la realidad electoral misma, y la profanaron de tal manera, que los ciudadanos no ven a la Ley de Leyes, como un verdadero instrumento garante de sus derechos mas elementales.
Y como si las dos experiencias citadas no le bastaran al hijo de don José Abinader, también él se dejó tentar de malos dominicanos que rodean a un ejecutivo, siendo la reforma constitucional su primera propuesta cuando llegó a la presidencia.
Iniciativa, que todavía acarician quienes desde el partido de gobierno sueñan con quedarse en el poder, sin importar los métodos a emplear, pues la dirigencia del PRM sabe perfectamente, que los números no les dan para una reelección exitosa del presidente.
¿Qué persiguen para resolver eso? Eliminar el texto legislativo que establece la proporción para ganar elecciones, o sea, bajar el porcentaje de votos contemplado, que mediante el uso de los recursos del Estado les permita salir victoriosos.
Debe ser el único país de la tierra, donde su Constitución política es sometida a remiendos, para acomodarle procesos electorales a políticos; sin importar el resquebrajamiento a la institucionalidad que eso ha producido para la sociedad.
No conozco de otra nación, donde su principal ordenamiento legal haya sufrido tantas alteraciones, sólo para complacer deseos de esos grupos. Debemos ocupar el primer lugar en esto, sobrepasando a países que nos llevan siglos de fundados.
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