OPINION.....
Mi Ventana Óptica
Por Alejandro Almánzar
Si algo no aplaudimos los dominicanos, es la intervención armada para ningún país de la tierra, por tratarse de un acontecimiento que nos marcó para siempre, afectando nuestra institucionalidad y dejándonos la dictadura como herencia maldita.
Pero sin dudas, Haití, con sus constantes crisis política, no deja otra alternativa, que una acción de esa naturaleza, hasta que la comunidad internacional tenga una solución definitiva, que nunca será en base a que los dominicanos la aportemos.
Es que, posiblemente, por la idiosincrasia misma de los vecinos, allí la democracia tiene poco espacio para desarrollarse. Sustentada en una Constitución imperial, de 1805, que priva de sus derechos a las minorías, con su Art. 12, que dice (ningún blanco, cualquiera sea su nación, pondrá un pie en este territorio con el título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí no podrá adquirir ninguna propiedad).
Estampando así, la desgracia haitiana, pues quizás, sería lo mejor preparado que tuvieran, para sacarlo del caos institucional en que mentes esclavas lo han hundido, una mayoría negra descerebrada, que sólo sabe generar pobreza y maldad contra sus iguales.
Por eso, cuando recientemente escuché a miembros del CARICOM, proponer se recurra a la celebración de “elecciones libres”, pensé, estas personas desconocerán el contexto histórico haitiano o se benefician de la desgracia de ese pueblo.
Aunque sin olvidar que, en esas islas del Caribe, se mueven los intereses imperiales que apuestan a destruir a La República Dominicana, que finalmente es quien mas sufre el desorden imperante en ese territorio que, aunque recibe en masa dicha inmigración, la misma se convierte en una carga insostenible para las aspiraciones desarrollista del Estado dominicano.
Sabemos, que una intervención armada sólo pospone la crisis que alimenta a la clase dominante del vecino país, porque las potencias no se van a pasar la vida controlando focos de violencias que estos desarrollan cada vez que quieren llamar la atención del mundo.
Que Haití, tampoco es eso lo que necesita, y quedó demostrado con la MINUSTAH, desde que desocuparon el territorio, la anarquía reapareció, agravándose con la muerte violenta del presidente Jovenel Moise, dando paso al surgimiento de pandillas criminales, que sólo una fuerza interventora puede enfrentar.
Gente, con un poderío armamentista que, hasta ahora, nadie identifica a las manos extranjeras que les suministran armas sofisticadas, que se cree, ejércitos como el nuestro no las poseen y nadie nos dice, si este es un plan del grupo que busca desestabilizar el Caribe, como parte del Nuevo Orden imperial que nos anuncian.
Una situación compleja para nosotros, porque la paz de los discípulos de Dessalines es lo mas conveniente, porque representan uno de los mercados mas importantes para el comercio local, el problema reside en que, para sectores haitianos, ese desorden se convierte en el rio revuelto, que deja ganancia a los pescadores.
Y aunque a muchos les parezca extraño, los haitianos no van a encontrar la convivencia ni la aceptación de ninguno de sus vecinos, mientras esa sea la conducta de quienes manejan el Estado haitiano, aprovechándose de sus desgracias.
Por irreverente que resulte un acontecimiento como este, está justificado, hasta tanto las potencias se pongan de acuerdo con el destino final de una población que ya no resiste mas inestabilidad política, de lo que sólo se benefician unos pocos.
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