Por Alejandro Almánzar
Recientemente, el FBI “descubrió” lo que todos sabemos desde hace mucho, del trasiego ilegal de armas hacia Haití que, como nadie, esta agencia federal sabe perfectamente el destino de las mismas.
Que lo queda por averiguarse es, quienes las envían con la complicidad de autoridades norteamericanas, en procura de sembrar el caos y terror en la región, aprovechando el desorden imperante en el vecino país.
Una población abandonada por la Comunidad Internacional, que sigue apostando a que el problema creado por ellos allí lo asumamos los dominicanos, algo que nunca conseguirán, porque no somos, ni fuimos compromisarios de su salvaje mercado de esclavos del que estos países sacaron sus riquezas, dejando a ese pueblo convertido en tierra de nadie, como si el fin fuera desaparecer su población.
Por eso, arman a esas pandillas de manera sofisticada, como para que los haitianos no encuentren nunca el camino de vivir en un verdadero Estado de Derecho y un régimen de paz, tranquilidad y armonía.
Esos sectores que envían dichos pertrechos que describe la agencia federal, fueron los mismos que mataron al presidente haitiano, el 7 de julio, de 2021, porque no respondía a sus planes de seguir esclavizando a esa población.
Por eso buscan ponerlo en mano de grupos violentísimos, armados mejor que cualquier ejército regular y se hace necesario que igual como el FBI sabe de los receptores de tan peligrosos armamentos, debería identificar a quienes las envían.
Es responsabilidad del Estado dominicano también, indagar quienes están detrás de ese movimiento para artillar a las pandillas haitianas. Si se trata de la corriente geopolítica, que se propone imponer un nuevo orden mundial, desestabilizando los países para ejecutar su agenda.
Luego de la lucha entre estos imperios, ninguna autoridad puede estar ajena a hechos como estos, si no quiere ser sorprendido asando batatas como dice el pueblo. Es para preocuparnos, que mientras los enemigos del ideario de Duarte medran en la oscuridad, el gobierno de Abinader, se enfrasca en una batalla campal con la oposición, en una campaña electoral fuera de tiempo, violando incluso la ley electoral.
Ojalá que, acomodados en la dejadez, un día cualquiera no despertemos convencidos de haber sido incapaces de ver más allá de la curva, como decía Peña Gómez. Este Estado en disolución, puede degenerar en un grave problema para las aspiraciones desarrollistas de nuestro país, y ese tráfico de armas puede resultar en cualquier cosa, menos en una “casualidad”, si no, como el plan de quienes buscan adueñarse de la determinación de los pueblos.
Es como que la candela se arrima a tus barbas, pero nadie pone las suyas en remojo. Una frontera vigilada por uniformados corruptos, antipatriotas y mal pagados, con fusiles de la primera y segunda Guerra Mundial, porque el dinero con que debe equiparse a los soldados, se lo lleva la corrupción; impidiendo que tengamos una franja divisoria asegurada con alta tecnología para salvaguardar la patria.
Ojalá que, menospreciando a los haitianos, no olvidemos a quienes alimentan planes conspirativos a través de ellos. La sociedad demanda de sus autoridades, mayor compromiso con Los Trinitarios y menos sumisión a intereses de potencias.
No sólo las armas enviadas desde Estados Unidos van a manos equivocadas, también nosotros hemos caído en manos desafortunadas, que sólo toman decisiones pensando en sus conveniencias personales, poniendo en juego la nación.
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