Por Alejandro Almanzar
Desde que el hombre adquirió la capacidad de pensar y discernir, busca alternativas que le generen paz, tranquilidad y bienestar. De ahí los cambios en el mundo, pues como todo en la vida, cada sistema sufre desgastes, que lo obligan a reciclarse, y quizás estemos despidiendo uno inhumano por otro mejor.
Los pueblos abrazan nuevos modelos de vida, y fue como conocimos la monarquía, que gobierna uno solo. La aristocracia, donde manda la oligarquía, y la democracia, que postula el “gobierno del, por, y para el pueblo”.
Esto ocurre, desde que los Estados fueron convertidos en instrumentos de la política y todos han colapsado, porque la lucha se ha centrado en la acumulación de riquezas, aumentando las injusticias entre sometidos y oprimidos.
El Capitalismo, que ya alcanza casi los seis siglos, sigue teniendo vigencia, pero como animal cansado, que ya no puede subir la cuesta, luce abatido. Dividido en los cuatro ejes esenciales para producir riquezas, (comercial, industrial, financiera y tecnológica), éste sólo exhibe la miseria que a su paso ha ido dejando.
Ya en 1920, aparece como su contraparte el Socialismo, teniendo como filosofía promover la “igualdad”, pero a mas de un siglo, tampoco ha llenado las perspectivas, pues al parecer, las soluciones aportadas no han pasado de ser remiendos, sobre todo, luego de la caída del bloque de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a final del siglo pasado.
Luego de la Primera y Segunda Guerra Mundial, esta corriente tomó fuerza y ubicado a la izquierda del capitalismo y su derecha, se apoderó de quienes creen y predican una mejor repartición de los bienes producidos por los países, pero la lucha entre ambas corrientes sólo ha traído injusticia social a la gente.
Pero al parecer, la gente todavía ve en este una mayor esperanza de vida, lo que se aprecia en el renacer de la izquierda, quizás ante la inminente muerte de su oponente tan desacreditado, que una simple pandemia lo puso de rodilla, dejando ver sus debilidades hasta en los imperios que lo sustentan.
América Latina, es claro ejemplo, tal vez, adelantándose al anunciado (Nuevo Orden) que ya nos advierten viene en camino. El caso Colombia, en su último certamen electoral, una nación gobernada por más de doscientos años por una derecha corrupta, propiciadora de incertidumbre, es el mejor indicio de lo dicho.
Los colombianos, pueden haber asumido, que unidos a sus vecinos, separados por la geopolítica imperial, pueden cambiar de rumbo, hacia un verdadero desarrollo económico, político y social regional, donde aliados, puedan sortear mejor sus vicisitudes, siempre que el nuevo gobierno no resulte en un fiasco.
Este acontecimiento bien manejado, resultaría favorable para Suramérica, porque la lucha entre Venezuela y Colombia, pudieran redirigirla hacia relaciones fructíferas para ambos Estados libertados por Simón Bolívar, que al final, es lo que más importaría a colombianos y venezolanos, no prestándose al juego de quienes ahogando a los pueblos pretenden adueñarse del mundo.
Es por eso, que el votante está prefiriendo apartarse del conservadurismo y eligiendo a gobernantes que, como el mexicano, López Obrador y el salvadoreño, Bukele, obedecen sólo a intereses de sus gobernados. Y es, que como nada es tan malo, que algún bien no contenga, la pandemia mostró la indolencia e ineficacia del capitalismo y provoca el renacer de una izquierda, que su peor error sería fallarle al votante.
