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Por Alejandro Almánzar
New York, está estremecido por una violencia fuera de control, esta vez, dos jóvenes oficiales de policía asesinados a sangre fría, en Harlem, donde días recientes, una niña boricua, con 19 añitos, fue asesinada por un criminal para robarle, mientras trabajaba de cajera en un establecimiento comercial.
Todo mal tiene su origen en causas que deben buscarse para encontrarle solución, desde que Giuliani y Bloomberg, dejaron la Alcaldía, retrocedimos a los 80 y 90, cuando pandillas, gangas y delincuencia común dominaban las calles.
Jason Rivera, con 22 años, policía por vocación, encontró la muerte a mano de un sanguinario, formado en el Bajo Mundo para no entender, ni saber nada de piedad, valores y respeto por la vida, ni siquiera por la suya.
Wilbert Mora, de 27 años, compañero de infortunio, también estaba en el lugar equivocado, sirviendo a su comunidad, cuando acudieron por una llamada de emergencia, sobre una disputa doméstica en un Harlem altamente violento.
Pero ¿Dónde nace esta violencia? de Blasio, puso la ciudad en mano de la criminalidad, cuando una de sus primeras decisiones fue debilitar la policía, quitándole recursos, desarticulando el departamento anti pandilla y estas son las consecuencias.
Bajo su administración, el crimen no fue enfrentado y en lugar de fortalecer la política de sus antecesores, eliminó los mecanismos de control y persecución, y ahora cuando salimos a las calles no tenemos mucha garantía de volver a casa.
Erick Adams, se encuentra con esa cruda realidad y no es mucho lo que podrá hacer al respecto, pues enfrenta un fenómeno compuesto por factores diversos, como la violencia política, vimos al presidente Biden, insultar a un reportero, por una pregunta que hiciera.
La pandemia, tiene a las personas al borde de la locura, violencia económica, porque lo que las personas ganan no les alcanza para sobrevivir. El consumo de drogas, la autoridad la fomenta, pues aquí existen centros, donde los adictos van a buscarlas gratis y las autoridades “persiguiendo” a quienes las venden.
Nadie controla las armas y los tiroteos son el diario vivir, dejando víctimas inocentes, incluyendo a recién nacidos, porque fabricantes y comercializadores de estas financian campañas políticas.
Donde cualquier mente desequilibrada puede portarlas, sin importar el calibre; los supermercados convertidos en (Muros de Lamentaciones) por los altos precios, dueños de edificios de apartamentos aumentando la renta, como si la crisis sólo fuera para cargarla el pobre.
En el Estado, prevalecen irritantes privilegios que funcionarios proporcionan a amigos, para mediante el tráfico de influencia violar la ley sin ser multados, mientras el ciudadano común debe pagar Tickets caros al dejar su auto por un momento mal estacionado, cuando regresar, ya tiene un ticket o fue remolcado, pero los protegidos dejan el suyo donde quiera, con un aviso sobre el tablero de que tienen (permiso) para quebrantar la ley, estamos en una ciudad cosmopolita, manejada al estilo Tercer Mundo.
Ahí, podríamos encontrar parte de las causas que generan tanta violencia, porque injusticia y desigualdad unido, sólo generan enojo, aunque nada justifica el accionar criminal de ningún desalmado social. Si el nuevo alcalde quiere devolverles la paz y erradicar este flagelo que perturba a los neoyorquinos, debe encarar esos males y recurrir al método de Giuliani y Bloomberg, para contrarrestar la criminalidad, de lo contrario, su discurso quedará en pura retórica y politiquería, de la que nos tienen acostumbrados los políticos.
