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Alejandro Almanzaar
Hoy, cuando el paganismo religioso rememora el “nacimiento" de Jesús, detengo la cotidianidad, obviando lo aborrecible de quienes desde el poder traman contra el bien común, para hacer honor a quien merece.
Alguien, a quien le debo mi existencia, en la que he acumulado deudas impagables, por tratarse de acciones propiamente espirituales. Revelando, que los humanos no estamos solos, que, como las aves y animales silvestres, no necesitamos de nada para existir y vencer adversidades.
Que lo llamado Dios, Alá, Jehová, Elohim y otras formas teológicas, nos trae con todo cuanto vamos a necesitar, incluyendo los ángeles guardianes que cuidaban de nosotros mientras necesitemos su asistencia.
Ese fue mi caso, cuando fui sacado del hábitat natural, para ir al encuentro de Ramón María Sánchez, un ser humano, que no sólo de mí fue protector, si no, de todos los niños.
Viajaba semanalmente a Santiago, vendiendo productos del campo, y de regreso, iba todo el camino regalando dulces y comestibles a cada niño que encontraba a su paso. Si Jesús, es recordado por traer luz a la humanidad, asumiendo el reto de la crucifixión, (Masfeo-Cristo), fue el Ángel enviado a cuidarme, durante los aciagos días de mi niñez.
Por eso digo, “si los Santos de la Iglesia fueran escogidos por obrar bien, y no por tratarse de gente, que, sin importar su trayectoria terrenal, fueron serviles de esta”, este hombre tendría un espacio garantizado en la santidad, (por sus frutos, os conoceréis).
Sin proponérmelo, ni saber cómo, fui a parar a un destino que ni mi progenitora que allí me llevó, tendría idea del por qué, pues creo, ni siquiera se trató de su decisión, si no, del real dueño del mundo, que no guarda relación con lo humano, ni con un Dios cristiano, musulmán, hindú u otra denominación religiosa.
La "orfandad y pobreza", fue la coartada para ir en busca de quien tenía la encomienda de velar por mí, llamado despectivamente “Masfeo”, pero un templo vivo de Dios, ocupado por un Espíritu inmenso.
Sometido al duro trabajo, desde mi llegada aquel destino, sufrí un accidente, al caerle encima un animal, que, por las condiciones climáticas y la imposibilidad de poderlo dominar, este se negó hacer aquella travesía y se lanzó por un precipicio, rompiéndose una pierna en tres partes, cuando tenía algunos diez años de edad.
No hubo quien me llevara a un hospital, pasaron dos o tres semanas sufriendo dolor, hasta que aquella mañana llegó él, que, al no verme pasar por su casa, quiso saber de su protegido, me encontró tirado en un rincón, como animales sin dueño, de eso hace más de medio siglo y aún recuerdo su enfado.
Exigió que me llevaran aquel mismo día al médico, porque si no, él lo haría. En mi libro, Fragmentos de Un Ser Desconocido, que próximamente publicaré, la historia está completa. Pero gracias a su benemérito accionar, no quedé inválido, pues los doctores creyeron que por el momento no tenían otra opción que cortar la pierna.
Él "murió" en 1985, pero su legado perdurará en el tiempo, pues sólo mueren los muertos de espíritu, que obran buscando beneficios materiales. Hoy te recuerdo, como el Ángel enviado a ayudarme con la pesada cruz que nacimientos anteriores lanzaron sobre mí, gloria eterna, Masfeo, son las deudas que no podemos pagar, si no es, haciendo a otros lo que por mí hiciste.
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