El poemario Trayectos: una nueva puerta poética

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  1. Por Virgilio López Azuán

Producto de los talleres literarios donde cientos de niños y niñas de la provincia Peravia patrocinados por el Centro Cultural Perelló surge una voz poética: Juan Alejandro Pinales Paniagua. El poemario Trayectos (2021) es el primer libro de este joven escritor que actualmente es estudiante de Lengua y Literatura de la Pontificia Universidad Madre y Maestra –PUCMM-, Ha obtenido premios en el género poesía y ha participado en festivales literarios como el Festival de Poesía de la Montaña y el Festival Literario Sur donde dio a conocer algunas de sus producciones. 

El destacado escritor dominicano José Mármol, Premio Nacional de Literatura (2013), quien escribe el prólogo del libro, expresa de su autor que: “Su lenguaje prosado revela un calado minucioso; su estilo, muy depurado, pespuntea y anuncia la huella de un artesano de la palabra que reconocen en ella su materia prima, su fundamento, su objetivo ulterior en cuanto que artista y poeta-pensador” (P. 11).

Por su parte la directora del Centro Cultural Perelló,  Julia Castillo, gestora cultural y artífice de la gran cruzada por la educación literaria por medio de los talleres literarios dice que: “El poemario del joven escritor Juan Alejandro Pinales Paniagua, es un ejemplo de que, a través de nuestro círculos literarios y proyectos educativos, un joven, después de 9 años de ser parte de nuestros programas, con apenas dieciocho años, hoy gracias a la dedicación, disciplina y amor por la literatura, presenta el fruto de su esfuerzo por la poesía y el arte” (P. 10).

El poemario consta con treinta y dos poemas prosados entre los que figuran: “Eterno”, “Solo”, “¿Por qué?”, “Trayectos”, “Perdida de la inocencia”, “Asura”, entre otros. 

Hay en la propuesta de Juan Alejandro un aliento reflexivo y miradas a un mundo de esencias ausentes. La soledad demanda vínculos trascendentes y se vislumbra la expresión de un tiempo finito para que termine pronto el vacío. Esa sociedad dibujada por el poeta no es más que la voz de una hipermodernidad vacía, quizás líquida, cambiante. Ante el pensamiento filosófico de la existencia hay  una búsqueda del ser a través de las emociones y la razón. También, un hilo existencial se enrosca en algunos versos donde el pesimismo asalta como un gusanillo que se resiste a no ser parte del ser. “En el sacrilegio de esta habitación busco una emoción, una razón, un sentido, una historia y lo único que encuentro son los escombros de un corazón destruido, las hojas rasgadas de un desdichado intérprete…” (p. 20).

Pasar por Asura en Trayectos

En su trayecto, aun tan joven, el autor se aproxima a los Asuras. En el mundo de la plástica la artista Julia Castillo presentó un exposición pictórica donde Asura como diosa japonesa era el centro de su estética. A decir de Susy Tejeda (2018) sobre esta exposición, refiriéndose a Asura, precisa: “Su nombre es Asura. En el budismo, hinduismo y zoroastrismo es la representación de una deidad divina o maligna; pero en las manos de la artista,  sin extremismos religiosos, se revela una figura que identifica y caracteriza la naturaleza del hombre: lo bueno y lo malo.” Esa aproximación a la cosmogonía mítica pudo haber impactado en el jovencito. Deslumbrado como tantos por la exposición de Castillo,  los mensajes tipos haikús presentados en cada cuadro y  los relatos de la pintora, las alas del poeta planearon por los vientos de la cultura oriental. En versos la imaginación mece sus olas en el poema “Asura” donde hay un ser descrito en formas diferentes entre culturas y creencias. Definidos como seres de maldad por unos y del bien por otros, en esta paradoja discurren los versos: “Su concepto alude a la maldad, a la inferioridad y a la divinidad, en un eje de intercepciones toscas de la mente humana” (P. 36). Como se describe, Asura es una palabra que proviene del sánscrito y en el budismo hace referencia al más bajo rango de los dioses o semidioses; mientras que los asuras o ahuras en el zoroastrismo están asociados a las fuerzas del bien. Pero el autor centra su atención en las caras de Asura representadas en la exposición de Julia Castillo: “3 caras, esconden un espíritu libre, cuya apariencia elude en misticismo de su ser” (P. 36). 

Como se aprecia,¡ tanto Julia Castillo en la plástica como Juan Alejandro en la poesía, traen a estas dimensiones caribeñas esta deidad oriental, como bien apunta Susy Tejeda al reseñar la exposición de Castillo y este análisis sobre  lo mítico presentado en el poemario Trayectos. 


Curiosidades el simbolismo de Trayectos


El primero de los poemas del texto es “1, 2, 3”, es como si se iniciara en un camino, es la iniciación poética de Juan Alejandro con su primer libro. Aunque el poema se juega con la posición de los números que podrían simbolizar personas envueltas en una relación emocional, cabe destacar que el metamensaje de tomar decisiones refleja los elementos críticos y de justicia que plantea la trama; enuncia una fortaleza, una madurez del pensamiento psicológico del autor. Se hizo dueño del conocimiento: “1, se apoderó del conocimiento al descubrir la catástrofe que se le asomaba, acción, ¿Cuál fue su acción?... ¿Quién sabe?” (P. 16)

El poema que sigue lo titula “Cuando la pasión y la duda se unen”, donde dos palabras “pasión” y “duda” pueden reflejar estados de la adolescencia que vive el autor. La pasión por las cosas, por la vida, suele aflorar en esa edad, lo mismo que las dudas: “Cuando la pasión y la duda se unen, me veo en el clímax del sentir, sin nada que decir, sin nada que hacer” (p. 17).  El poema que le sigue es “Eterno”, donde el poeta da un salto a una dimensión más madura de la reflexión donde dice en un verso de entrada. “Invisible por la ignorancia, rígido como un árbol…” (P. 18). Se avista invisible, auto reconoce la ignorancia y los moldes en que ha sido criado que lo hicieron definirse rígido como un árbol. Este poema es el acto de auto reconocimiento más importante en la psiquis del autor. A seguidas escribe el poema “Mi lengua”. Es aquí donde encuentra su modo de expresión, su herramienta para su iniciación: la poesía: “… mundo sempiterno de mi persona, donde viajo, donde me veo, donde soy” (P. 19).

Curiosamente después, en el mismo orden, se presenta el poema “Pienso”. Ya con un auto reconocimiento, con la identificación del idioma como herramienta para su iniciación, ¿Qué ha de esperarse?: El pensamiento. Es entonces que el autor entra en una fase de búsqueda emocional y de razones para entrar a ese círculo del lenguaje simbólico. En ese metalenguaje al cual considera sagrado y que a la puerta de esa “habitación”, de ese mundo, en ese mar de emoción estética se sumerge en la infinitud. Allí se genera una catarsis. El pensamiento lo ha llevado a la búsqueda de emociones, razones y sentidos, pero se encuentra con el rastro de lo que ha sido: …“escombros de un corazón herido, hojas rasgadas de un desdichado interprete y la entrañable dignidad de un ente que, filosofando con la vida se sumerge en su llanto y cae, lentamente, a la nada” (P. 20).  Es allí donde se purifica, donde vuelve al origen por medio de la reflexión sobre la vida.  Cayó lentamente a la nada y vuelve despierto. Lo hace solo, como “Solo”  es el título del poema que le sigue a “Pienso”.

Ya emergido de la nada en el poema “Solo” encuentra: “Calles llenas de ironía, sociedades con pensamientos huecos, edificaciones emocionales bajo la certeza de la estupidez” (P. 21). Como referíamos anteriormente llega a un mundo caótico y reafirma su soledad cuasi existencial como si fuera un pálpito que le sacude y forma parte de su vida donde revela conflictos y amores. En su viaje pierde la inocencia cuando el amor asoma: “La luna atestigua nuestro amor, pero nosotros somos los únicos conscientes de la perdida de nuestra inocencia” (P. 24). 

Sobresalen al final del libro los poemas: “Espejos”, “Sol de medianoche” y “Pasado”. Sin embargo, quiero detenerme en este último. A penas con trece años, el autor ya habla del pasado y ha descubierto la falta de vivencias. Solo pensaba sin haber vivido. Surcaban las expresiones de odio y muerte. Ya con esa edad su “yo” era pasado. Esas vivencias estaban en su plano inconsciente. Ya habían transitado esos caminos. El poeta “Coleccionaba los pensamientos porque no era capaz de vivirlos, la expresión era la muerte y el odio inducido, era el ocio mi principal opresor: yo” (P. 45).

El autor y el poeta: dos mundos que se encuentran y se desencuentran 

En el caso de la creación literaria el autor y el poeta necesariamente no son los mismos. Ese desdoblamiento del autor suele trascender al mismo autor, a sus emociones y a sus ideas. Ese espacio figurativo poético o de cualquier naturaleza artística cuando es trascendente no es más que un retrato hablado de todos o de una gran representación de humanos. Hay cosas que el autor no diría ni siquiera en la voz del poeta, y hay cosas que el poeta dice que el autor jamás lo habría pensado. 

Sin embargo, no se discute el vínculo poeta-autor. Entre uno y otro se turnan las mentiras y las verdades, se descubren y se agazapan de sí mismos y de los demás. En el caso de la escritura poética el lenguaje juega partidas que esquivan las rutas de los sentimientos y la propia razón lógica y lingüística.

Entonces, cuando leemos poemas de un joven tan talentoso como Juan Alejandro, se nos ocurre decir que apuesta a descubrir las herramientas donde la reflexión y el misterio ontológico del pensamiento de humanos tiene en él un buen discípulo. 

El poemario Trayectos estimula a un tipo de producción poética con un lenguaje sísmico, de síntesis, de reflexión, y sobre todo de promesa literaria con aliento cosmogónico.  


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El poemario Trayectos: una nueva puerta poética
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