Mi ventana OpticaYa he hablado sobre esto, reocupado con el mal manejo que autoridades dan a procesos de imputados en los medios de comunicación, sin haberse conocido el fondo de la acusación, sobre todo, en lo referente a la corrupción estatal.
La mayor lucha que hemos librado, ha estado sustentada en vivir en un verdadero estado de derechos, donde prime el respeto a la dignidad humana, sin importar de quién se trate, respetándose el debido proceso en los tribunales.
Tenemos un Ministerio Público que, aunque no creemos eso de independiente, nadie duda, está compuesto por ciudadanos respetables, de quienes el país espera se superen esas falencias, y los casos sean menos ventilados en la prensa, hasta que como dice la Constitución, haya condena definitiva.
La presencia de funcionarios del tren judicial dando declaraciones sobre esos casos, violenta derechos elementales de personas, que nadie sabe, si existen elementos de pruebas suficientes para condenárseles; y juzgarlos públicamente, es marcarlos para siempre, y ese no puede ser el rol de ninguna buena justicia.
Que estos recurran a la condena social, para castigar a quienes posiblemente valiéndose de algún poder se zafen de la condena, siembra desconfianza en la misma justicia que ellos representan. En Los Estados Unidos, un proceso ventilado sale a la luz, cuando se dicta una condena irrevocable, porque en sus dictámenes no se busca alimentar el morbo, si no, evitar impunidad, y aunque son sociedades diferentes, a eso también aspiramos los dominicanos.
Nadie, sospechoso de un hecho, hasta pruebas encontradas, puede ser considerado culpable, sin que se violen sus derechos constitucionales. Y si esto no provoca suicidios entre afectados, es porque ya se asume como “retórica legal”, sin pensarse en el daño que se inflige a la familia.
Nos repugna el robo descarado al Estado por parte de inescrupulosos, sabemos de la impunidad y complicidad de autoridades con ellos, pero no ganamos nada, convirtiendo a la justicia en una estructura para resquebrajar la moral de los demás.
Cuando esta, tiene el deber de sobre guardar la dignidad del ciudadano, hasta que se demuestre lo contrario. Por eso, vemos cómo jaurías de vocingleros, acosan a exfuncionarios o actuales, acusándoles de ladrones, haciéndoles un flaco servicio a la lucha contra la corrupción.
En cuyos movimientos, se mezclan corruptos del pasado, que apostando al olvido de la población buscan reciclarse, y que el Ministerio Pública siga esa línea de conducta, es preocupante, pues la lucha debe centrarse en establecer un verdadero régimen de consecuencias, pero fortaleciendo la institucionalidad.
Fue así, como la muerte de hombres preclaros del régimen de Trujillo y Balaguer quedó impugne, al mezclarse criminales y luchadores, que luego no supimos diferenciar entre unos y otros. Así, jamás tendremos una sociedad debidamente depurada.
El caso ODEBRECHT, nadie duda, en esas megas obras hubo de todo, pero tantos delincuentes involucrados en la trama, sabemos, cuál será el resultado final del expediente, en que el Estado perderá dos veces, pues ha gastado muchos recursos, y no conseguirá condenar debidamente a los culpables.
Creo más en la condena social que en la judicial, pero sólo, agotándose los recursos para demostrar la culpabilidad del acusado, porque esta pesa más que enviarlo a la cárcel, para cuando salga, ir a disfrutar lo robado. Me identifico, con que se devuelva lo robado, y que la sociedad se encargue de ellos, obligándoles a andar cabizbajos.
