Por Alejandro Almánzar
No es necesario conocer de la conducta humana, para entender el trauma que vive la humanidad desde principio de 2020, cuando lo que parecía una epidemia, evolucionó en pandemia, sumiendo al mundo en la paranoia colectiva.
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LICENCIADO ALEJANDRO ALMANZAR |
Letal enfermedad, atribuida a la lucha de inescrupulosos, que procuran adueñarse del rebaño para aumentar sus fortunas sin importarles el dolor ajeno. Eso se agrava, cuando gobiernos ignoran la dimensión del problema.
Que bajo el pretexto de combatirla, suman más desconcierto al ciudadano con medidas represivas, en lugar de acudir a ayudarles a calmar su ansiedad, en un momento sombrío, donde médicos y otros profesionales de salud están al límite.
Abrumados, porque a pesar de su condición, son humanos, hay casos consternadores, la doctora Marigeny Romano, en Puerto Plata, recibió a su hijo en el hospital donde laboraba, quien había tenido un accidente en casa, y al verlo muerto, salió despavorida, siendo impactada por un vehículo.
Eso refleja, las personas, sin importar clase, ni condición, están perturbadas, porque ni médicos asimilan tantas muertes, contagios y el encierro, pues aunque no se difunden muchos casos, el personal de salud está terriblemente afectado.
Profesionales, obligados a trabajar sin fin, llevan a casa una carga de sentimientos, que empeora, al encontrar a los suyos atrapados por el virus. En el asalto al Capitolio de Los Estados Unidos, intervino el fanatismo político.
Sin duda, pero nadie ignora la realidad que vivimos con la pandemia, llevando a personas a perder la capacidad de reflexionar, y de ahí, los hechos violentos que pudieran surgir del 20 de enero en adelante aquí.
Por eso desconcierta, que Luis Abinader, desconozca no sólo la población civil está desequilibrada, y que enviar la fuerza pública a reprimir a quienes se resisten al confinamiento resulta tan peligroso como la pandemia misma.
Que, militares y policías, no escapan al desvarío de la población que no sólo ha visto partir a sus seres queridos, si no, también romper su cotidianidad, dejando de producir el sustento familiar, lo que mal manejado produce rebeldía.
El momento es de persuasión, no de represión, en lugar de tropas de policías y militares, un ejército de psicólogos, y psiquiatras que ayuden a la gente, pues esos uniformados también temen ser contagiados, porque el virus no sabe de rangos, ni de decretos.
Humanos, que sufren la desgracia de vecinos y familias, a veces se van al servicio dejando a los suyos en un hospital, golpeados por problemas económicos, es un panorama delicado en cuanto a la salud mental, eviten una poblada como la de 1984
Si no se trata de disturbios políticos y sociales, la presencia militar no tiene sentido en esa labor, eso es de orden civil, para intervenir únicamente la policía, pero sin reprimir, lo demás es uso indebido de la fuerza del Estado.
Que ojalá, no se convierta en una onda explosiva en cualquier momento. La pandemia está dejando daños terribles a la salud mental y emocional, acompañarla de reprimenda la vuelve letal. Las medidas deben encaminarse a evitar acumulamiento de personas en lugares públicos, jamás, para detener el desenvolvimiento cotidiano.
Desde el principio, vengo advirtiendo la necesidad de activar ejércitos de psicólogos y psiquiatras para estabilizar a personas afectadas, me preocupa, autoridades prefieran atizar el fuego, aumentando el descontento que ya se expresa contra el gobierno por mal manejo a la crisis.