Por Carlos Segura
Atónito, vi recientemente en las redes sociales este insulto a la inteligencia, presentado como advertencia de la amenaza que se cierne sobre la nación dominicana: “Elias Piña ya tiene una gobernadora haitiana”.
Lic. Carlos Segura, ex diplomatico dominicano
¿Y cuál es el problema?, me pregunto.
El gabinete del gobierno federal canadiense está compuesto por 36 ministros, incluyendo al primer ministro Justin Trudeau. En el sistema parlamentario de este pais, todos estos ministros son a su vez miembros de la Cámara de los Comunes (cámara baja). Nueve de estos ministros/parlamentarios han nacido en el extranjero o son hijos de inmigrantes, es decir, el 25 por ciento, y esto nunca ha sido percibido como una amenaza, muy por el contrario, se percibe como una gran realización, que enriquece a esta sociedad en todos los ordenes.
He aquí la lista estos ministros:
Navdeep Bains, ministro de innovación, ciencias e industria, es un sikhe, originario de la India (porta el turbante en la cabeza tanto en su vida privada como pública);
Harjit Sajjan, justamente el ministro de defensa, es también un sikhe, nacido en la India, (porta igualmente su turbante en todos los actos públicos);
Bandish Chagger, ministra de la diversidad y de la juventud, también de origen sikhe;
Ahmed Hussen, ministro de la familia, la niñez y el desarrollo social, nacido en Somalia;
Pablo Rodríguez, representante del gobierno en el parlamento, de origen argentino;
Mary Ng, ministra de la pequeña empresa, promoción de las exportaciones y del comercio internacional, nacida en Hong Kong;
Filomena Tassi, ministra del trabajo, de origen italiano;
David Lametti, ministro de la justicia y procurador general del Canadá, hijo de inmigrantes italianos;
Anita Anand, ministra de servicios públicos y de aprovisionamiento, hija de pakistaníes;
Marco Mendicino, ministro de inmigración, refugiados y ciudadanía, hijo de inmigrantes italianos;
Dan Vandal, ministro de asuntos del Norte canadiense, no es de origen inmigrante, todo lo contrario, es el mas canadiense de todos, pertenece a lo que en este país se llama primeras naciones (indoamericano), lo incluyo porque es un buen ejemplo de integración.
Probablemente usted se esté preguntando, ¿pero en esa lista no hay haitianos? Pues mire usted, que sí hemos tenido y hay actualmente haitianos que ocupan puestos importantísimos en este país, comenzando por la señora Michaëlle Jean, nacida en Haití, gobernadora general del Canadá (constitucionalmente la jefa del Estado) entre 2005 y 2010, luego, en el 2014, pasó a ser la representante canadiense en la Asociación de Estados Francófonos. Tenemos también a Emmanuel Dubourg, nacido en Haití, fue ministro de empleo y de la seguridad social, 2007-2013.
Actualmente, la doctora Marie-Françoise Megie, nacida en Haití, ocupa un curul en el Senado canadiense y Dany Laferrière, nacido en Haití, es un escritor de renombre internacional, laureado con prestigiosos premios internacionales, que desde 2013 ocupa el sillón número 2 de la Academia Francesa de la Lengua, primer haitiano y canadiense en formar parte de ese prestigioso grupo de la élite intelectual mundial, y en la Asamblea Nacional del Quebec ocupan curules los haitianos Nadine Girault y Lionel Carmant, desde el 2018.
Bueno, pero usted todavía podría estar pensando que esta comparación no es válida, ya que el Canadá es un inmenso país de 9 millones 985 mil kilómetros cuadrados, grandes recursos naturales, una de las mayores reservas de agua potable del planeta (en uno de sus lagos cabe la isla de Santo Domingo entera y sobra lago), mientras que la República Dominicana es un pequeño y pobre país, que no puede ofrecerle a sus inmigrantes esas posibilidades de integración.
Pues mire usted que la República Dominicana es también un buen modelo de integración de sus inmigrantes, exceptuando a los haitianos. A los inmigrantes sirios, palestinos, libaneses, que en sus inicios fueron vendedores ambulantes de baratijas en la avenida Duarte (igual que los inmigrantes haitianos hoy), se les brindó la posibilidad de integrase plenamente a la sociedad dominicana, por eso hoy se destacan en la industria, el comercio, las profesiones, la política, hasta el punto que uno de los suyos es hoy el presidente de la República, lo mismo ha ocurrido con los inmigrantes de otros orígenes, españoles, chinos, japoneses, incluso negros procedentes de las Antillas menores. No olvidemos que algunos de ellos realizaron el corte de la caña en los ingenios, al igual que los haitianos, y hoy están igualmente bien integrado en la sociedad dominicana, participando como maestros, pastores, profesionales. Entre sus ascendentes, conozco incluso uno que fue ministro y otro que fue embajador y es actualmente viceministro de relaciones exteriores.
De manera que, a excepción de los haitianos, a quienes le hemos cerrado las puertas por todos lados, somos tan exitosos en la integración de nuestros inmigrantes como los canadienses, con todo y ser un pequeño y pobre país.
Paradójicamente, quienes consideran que una simple gobernadora haitiana (dudo que lo sea), constituye una amenaza para la nación dominicana, de seguro que se sienten muy orgulloso de que el dominicano Adriano Espaillat sea miembro de la influyente Cámara de Representantes de los Estados Unidos, y no vean en esto ninguna amenaza para identidad del pueblo americano.
Insistiendo sobre nuestra la flamante gobernadora de Elias Piña, valga aclarar que no sé realmente quien es la señora Millys Johanna Martínez Morillo, es muy probable que sea simplemente una dominicana tostadita, en un país de negros (aunque en menor proporción que Haití), donde nadie se considera negro, y a toda persona subidita de color se le considera haitiana, como si a caso no fuera posible que un dominicano sea bien negro. Podría ser también una dominicana de origen haitiano, que la sentencia 168/13 despojó de su nacionalidad y la ley 169-14 (remiendo para atenuar ese atropello), poca cosa ha podido hacer por ella y decenas de miles de sus compatriotas. Pero supongamos que sea una haitiana, nacida en Haití, pues mire usted que me alegraría infinitamente, que al menos una, tan solo una, del contingente de inmigrantes haitianos que desde el inicio de su llegada en gran número país (primera dos décadas del siglo pasado), se haya colado en un puestecito de gobernadora provincial, en una reculada provincia de la olvidada y peor cuidada frontera.
No es mucho lo que puede hacer una gobernadora de provincia, pero podría servir siquiera para gritar que la frontera también existe y que por el bien de su gente es necesario humanizar, ordenar, la circulación de personas y mercancías en ese abandonado espacio.
Usted podría estar pensando ahora que yo soy un atrevido, que este es un desafortunado planteamiento, ya que el problema con los haitianos no es que sean haitianos sino que, distinto a otros grupos de inmigrantes que han llegado al país, estos no son un pequeño grupo de unos cuantos miles, muy por el contrario, su presencia se cuenta en cientos de miles. Perdón, los partidarios de la teoría de la conspiración, para dimensionar la supuesta amenaza que estos representan, desmienten las estadísticas oficiales y afirman que son mas de dos millones, pero ya este es un tema que, por razones de espacio, no vamos a discutir aquí.
Aclaro sin embargo, que prefiero guiarme mas por la ciencia (el dato estadístico) que por la subjetiva ideología.
Pero sean dos millones o quinientos mil, estamos hablando de cifras respetables para un país con limitados recursos.
Ahora bien, ¿quién, que no sea nosotros mismos, es el responsable de que esa población exista en un número inconfortable para un país pequeño? Desde hace ya mas de medio siglo hemos permito que actúe, con toda impunidad, una mafia cívico militar que realiza un jugoso negocio con pobreza haitiana y se limpia el trasero con las leyes del país.
Admito que, todavía estableciendo los mas estrictos controles en la frontera, la inmigración haitiana será siempre numerosa, lamentablemente no tenemos la suerte de Francia y Suiza (dos países vecinos con parecido desarrollo económico y social).
Toda proporción guardada, tenemos la misma desdicha de los Estados Unidos, que por el lado sur tiene como vecino a México, e independientemente de los estrictos controles que establezca en sus fronteras, la presencia mexicana en su territorio será siempre mayor que la de otros grupos de inmigrantes. Ellos, al igual que nosotros, tienen al menos cien años de adelanto económico y social con relación al vecino, y cuanto esto ocurre, el país mas pobre opera como fuerza de expulsión y el mas rico (o menos pobre, en nuestro caso) como fuerza de atracción.
Acostumbrémonos pues a esa realidad y establezcamos los mecanismos de control de lugar para mantener esa inmigración en un numero manejable y, desde luego, démosle, a los que podamos acoger, la posibilidad de integrase a nuestra sociedad con todos sus deberes y derechos. De hacer esto, no transcurrirán mas de dos generaciones sin que estos migrantes estén, mas que integrados, asimilados y hasta olvidados de que son haitianos.
Lo digo, sin temor a equivocarme, por la experiencia de mis propios hijos en el contexto canadiense, que solo se acuerdan de que tienen algún vinculo con la República Dominicana cuando me decido hacerles un sancocho.
Montreal, 7-10-2020.
