dom., 8 sep. 21:58 (hace 14 horas)
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Mi Ventana Óptica
Por Alejandro Almánzar
La Justicia, es el conjunto de pautas y criterios, que establece un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas, en la interacción entre individuos.
Y aunque la misma tiene vestigios de “represiva”, se cree, que esta es un modelo correctivo, para moldear conductas, y castigar actos impropios, que afectan u ofenden a la sociedad, buscando resarcir el daño infligido.
Por eso sorprende, que en pleno siglo XXI, el sistema judicial dominicano aún funcione de forma cruel contra inculpados, en lugar de procurar la sanción que les lleve a la reflexión sobre su proceder, para lograr el cambio de conductas.
Cuales dictadores por antonomasia, Trujillo y Balaguer, empleaban una justicia militar-policial, que usurpando funciones, juzgaban “delitos”, y encontraba la complacencia de gente del derecho, que justificaban ese macabro accionar.
Y como si el tiempo se detuvo en ese ayer, hoy tenemos secuestrados judiciales, tal es el caso de Marisol Franco, compañera del señalado narcotraficante, Cesar Emilio Peralta, retenida, para obligar la entrega del prófugo.
Es una vergüenza, aplicar métodos tan cavernarios para tales fines. Por eso reprocho, la debilidad constitucional, porque sin una Constitución garantista de los derechos elementales del hombre, es utópico, pretender una justicia sana.
Detener a alguien sin cometer delitos, es secuestro, y hacerlo para obligar la entrega de un fugitivo, es violatorio, a todos los derechos establecidos en la Constitución, y peor, cuando se excede el tiempo límite establecido por Ley.
Los jueces están para juzgar y condenar hechos documentados y comprobados. Este errático proceder, justifica a quienes en la Barbería montecristeña implantaron falsas evidencias.
El Caos como patrón
Dicen nutricionistas, “como te alimentas el cuerpo, funcionará tu cerebro”, nuestros funcionarios parecen alimentarse del Caos, y como una misma fuente no puede generar dos aguas, estos sólo producen desorden al granel.
En visita que hice el pasado mes, al país, mi hija, me dio un Tour, por el centro de la ciudad capital, subimos por la calle, José Martí, giramos a la izquierda, si mal no recuerdo, en la Ana Valverde, haciendo otra izquierda, en la “Avenida” Duarte.
Ya ni reconocía esta Avenida, porque está copada de tarantines, tiendas informales en plena vía, las aceras por donde debe caminar el peatón desaparecieron. Bajamos hasta la Mella, y antes de cruzar la México, su carrito calló en una cueva.
¿Por qué narro esto? Porque el gobierno exhibe el Sistema de Emergencia, 911. ¿Pero, puede esto operar eficientemente, con un tráfico tan caótico? En un espacio, que no creo tenga dos millas a la redonda, duramos 1:53 minutos.
La intención es buena, pero el desorden lo invalida. Por ejemplo, dicen familiares de Anibel Gonzales, que al ser herida por su verdugo, estuvo desangrándose por 30 minutos, esperando la llegada de una unidad de estas para su auxilio.
Pero Alexandrita, también me paseó por ese caótico tráfico de La Sultana, del Este, calles estrechas, de doble circulación, vehículos estacionados como y donde quiera, motocicletas atravesadas, realmente, el país carece de orden.
En la Avenida, Charles de Gaulle, una ambulancia, con una emergencia, intentaba abrirse paso sin éxito alguno. Si observamos esta arteria comercial y su entorno, desde la Plazoleta La Trinitaria, Duarte con París, es innegable, que el caos es nuestro patrón de vida, produciendo inseguridad al ciudadano.
Twitter, @alexalma09