Nota de la redaccion: A todos los banilejos que estamos diseminados en todo el mundo....leamos esta formidable cronica de una de las plum...
Nota de la redaccion: A todos los banilejos que estamos diseminados en todo el mundo....leamos esta formidable cronica de una de las plumas mas final de la intelectualidad y la cultura de R.D.
Convite
Hace 94 años, el 25 de agosto de 1921, abrió sus ojos por primera vez en la ciudad de Santo Domingo, Carlos R. Mckinney Soriano. Desde que comenzó a ponerse pantalones largos, su pasión se volcó por el beisbol, formando parte como lanzador del Club La Cotorra, en la ciudad de Santo Domingo.
Su padre, Don Carlos, era un virtuoso y excelente músico, un maestro. Decidió trasladarse con su familia a la ciudad de San Cristóbal en 1940, integrándose su hijo Carlos desde que llegaron allí, al equipo de beisbol Fundación. Cuatro años después, en 1944, de nuevo cambiaron de lugar y se fueron a vivir a Baní, donde el maestro Carlos, formó inigualables generaciones de músicos.
Fiel a su pasión por el beisbol, su hijo Carlos, se integró a la selección banileja como lanzador sobresaliente, la cual ganó el Primer Campeonato Regional de 1945. Luego, de aquella hazaña, pasó a ser miembro del legendario equipo “Balalaika”, convertido en leyenda por sus múltiples victorias.
Carlos, fue un estelar lanzador, ganándoles a todos los equipos de beisbol de la Región Sur como San Cristóbal, Barahona, San Juan de la Maguana, Las Matas de Farfán, Azua, Ocoa, Pedernales, Elías Piña y otros lugares del país, incluyendo a la potente selección de Santiago de los Caballeros, que estuvo en el trágico accidente de aviación en Rio Verde. Estuvo lanzando con efectividad hasta 1956.
En 1959, se convirtió en manager de la Selección Banileja, que acumuló victoriosamente diversos campeonatos regionales, siendo también dirigente de los equipos de El Llano, Sombrero, Bocanasta y Matanzas. Se tomó unas vacaciones y en 1982, volvió a dirigir la selección de beisbol de Baní, obteniendo el galardón de “Campeón Nacional de Beisbol de Aficionados”
Sus triunfos y conocimiento, lo convirtieron en un personaje nacional en el campo del béisbol. En 1969, fue designado como coach de la Selección Nacional que viajó a Nicaragua. Igualmente, fue incluido en el equipo técnico de la selección dominicana que viajó a Barcelona, bajo la coordinación de los reconocidos expertos internacionales, Rafael Ávila y Pablo Peguero.
Estamos hablando de un destacado deportista, sobresaliente lanzador de beisbol, que dirigió varios equipos, cuya conciencia y generosidad lo llevó a ofrecer clínicas permanentes de enseñanza para los niños y los novatos de los barrios populares de Bani. Por eso, tiene el reconocimiento de un pueblo, que incluso lo exalto con justicia, como miembro meritorio del Pabellón del Beisbol Banilejo.
Una mañana de primavera, al llegar a la Escuela Canadá en el pueblo de Baní, me lleve la gran sorpresa, pues aquel legendario beisbolista Carlos R. Mckinney Soriano era además un profesor destacado de este centro educativo. En mi familia, Tío Goyo y tío Mon, eran peloteros y con ellos viaje a varios pueblos, donde el profesor Mckinney era el manager del equipo. Allí lo conocí, pero al verlo en esa faceta como docente, fue algo nuevo y diferente para mí.
Fue una revelación y de vez en cuando me preguntaba en que área era mejor: En la escuela o en el beisbol, porque era excelente en ambos campos. En la medida en que me acerque a él, descubrí algo más trascendente que todo eso: ¡Era un ser humano excepcional!
Mi abuelito, Floiran Tejeda, zapatero, antitrujillista, fue de los banilejos que fue a esperar a Paya al Generalísimo Máximo Gómez, el banilejo más ilustre y trascendente de la historia de Baní, en su última visita al pueblo que lo vio nacer, después de salir victorioso de la campiña cubana, como héroe de su lucha independentista.
Mi abuelito, fomento en mi con sus relatos, una gran admiración y fervor por este personaje; aprendiendo a conocerlo, a revalorizarlo, hasta convertirlo en uno de los personajes más importantes en mi vida, sobre todo, en mi éxtasis cimarrón.
Nuestra casa hacia patio con el solar del Generalísimo. Con pantalones cortos y una sillita en la cabeza, con lápices y cuaderno en una mano, atravesaba este santuario de patriotismo todos los días, para llegar donde las hermanas Gassot, dos maestras cocolas, que me enseñaron a leer, a escribir y a conocer las esencias de la vida, debajo de una mata de jobos.
En mi mayor época de generosidad, descubrí la coincidencia de mi admiración por el Generalísimo con la del profesor Mckinney. Era un apasionado con la figura y la obra de este banilejo que se llenó de gloria en la lucha por la Independencia cubana. Con su sabiduría, con su ejemplo, con su devoción, contribuyó a revalorizar mi admiración por el Generalísimo. ¡Es una deuda permanente con el maestro!
Con orgullo, este maestro se fue a dirigir la Escuela Máximo Gómez, a la zona norte de Baní, enclavada en barrios populares. Allí, fomentó la obra y la figura del Generalísimo, incluso haciendo que sus profesores y estudiantes, estuvieran presentes todos los años, brindando reconocimientos a este ilustre personaje en el solar donde nació, en el aniversario de su nacimiento. El aprovechaba todos los escenarios para exaltar al Generalísimo. Profesor al fin, en varios carnavales, en la escuela que dirigía, presentaba siempre hazañas del Generalísimo, en una visión pedagógica-educativa, como fue La Carga del Machete.
Por eso, recibió el reconocimiento de todo el pueblo, y fue distinguido por la Junta Nacional de la Sociedad Cultural José Martí de Cuba y por la Fundación Máximo Gómez, que dirige el amigo Iván Peña.
El gran beisbolista, lanzador sobresaliente, dirigente, profesor de generaciones, promotor apasionado por la figura y la obra del Generalísimo Máximo Gómez. Ejemplo del sacerdocio del bienestar de la familia, padre ejemplar, esposo de Doña Yolanda Ortiz, padre de mi amigo Pablo, munícipe de ideas progresistas, patriota, siempre al lado de las mejores causas del pueblo banilejo y de la Patria. Reconocido con generosidad por su pueblo, debe de recibir; aunque él está satisfecho por su labor cumplida, la condecoración de Duarte, Sánchez y Mella, por su ejemplo y sus méritos. ¡Profesor Mckinney, es un orgullo de la patria, de los banilejos y del país!