Mi Ventana Óptica Por Alejandro Almánzar El 14 de Septiembre, de 2017, fuimos convocados los periodistas...
Mi Ventana Óptica
Por Alejandro Almánzar
El 14 de Septiembre, de 2017, fuimos convocados los periodistas de New York, a despedir a uno de los nuestros. A uno de esos, que dejaron huellas en el periodismo nacional, basando su ejercicio en los valores éticos y morales.
Disraelís Guillen Castro, fue escogido para partir hacia una nueva cita con la Vida. Desde que nos conocimos, me privilegió con su sincera amistad. Después de Ana Pereyra y Mayra la Paz, fue quien me insertó en los medios de aquí como entrevistado.
Como parte de los llamados mortales, partió, me niego a aceptar la idea de que para la “eternidad”, pues siendo la Vida eterna, se supone, de nuevo lo tendremos de vuelta más temprano que tarde, con cuerpo y espíritu renovados.
Disraelís, no sólo fue un desvelado por la causa del CDP-NY, si no, que de forma desinteresada, se dedicó por completo a la comunidad, apoyando sus organizaciones más representativas en esta Urbe, abogando por una dominicanidad de calidad.
De quienes van al encuentro con la muerte, sólo se resaltan bondades, por eso, no quisiera recordarle sólo como hombre bueno, pues es un cliché, utilizado hasta para los peores humanos, porque nos enseñan, que con la “muerte” se limpia el “pecado”.
Como si se hubiese tratado de una trama contra la clase periodística, dos grandes del periodismo dominicano fueron forzados a abandonarnos, entre 2015 y 2017, Luis Rojas Durán y Disraelís, quienes me honraron con su prodigiosa amistad y solidaridad.
El primero, fue arrastrado por una “muerte” súbita, a consecuencia de un paro cardiaco, sin tiempo para llamarnos y despedirse, como de seguro lo hubiese querido hacer, antes de emprender su largo viaje, abandonando así proyectos acariciados.
Disraelís, después de batallar con una enfermedad, que le hizo perder hasta la rienda de la existencia (Alzheimer), partió, cuando ya ni a los suyos identificaba. Entre sus amigos, el privilegiado fue José Alduey, a quien este no pudo sacar de su Disco Duro.
Una de las veces que acudí junto a Darío Abreu a visitarle, en el centro de cuidado, en El Bronx, como buscando en sus archivos, intentaba recordar nuestros nombres, finalmente de Darío recordó el apellido, mientras a mí, me confundió con José Alduey.
Arrastraba este mal desde hacía tiempo, pues hablábamos varias veces en la semana por teléfono, cuando me llamaba para pedirme opinión sobre un tema en particular, pero a partir de 2014, comenzó a desmejorar, y al llamarle, ya me preguntaba ¿Quién eres? Al identificarme, se disculpaba.
Yo representaba a Diario Horizonte, en New York, para el cual colaboraba Disraelís, y su directora, comenzó a enviarme sus trabajos para que los revisara, porque llegaban incoherentes, eso nos preocupó bastante, conociendo su fina pluma.
Al principio, le llamaba para pedirle autorización sobre las revisiones que debía hacerles a sus publicaciones. Me dio plena potestad, para que hiciera los arreglos de lugar, mostrándose agradecido y confiándome lo afectado que ya estaba.
Dos meses antes de su fallecimiento, le hicimos la última visita, al salir, le dije al colega Darío, ya no deseaba volver a verlo en semejantes condiciones, y así fue, volví a verle, ese 14 de Septiembre, a la víspera de mi Cumpleaños, pero sus legados serán perenne en quienes le conocimos, y como tal les recordamos hoy.