Por Arcadio Lugo Puello NEW YORK .- En el siglo pasado mi abuelo paterno me regaló un librito, pequeño de tamaño, titulado “El Maravillo...
Por Arcadio Lugo Puello
NEW YORK.- En el siglo pasado mi abuelo paterno me regaló un librito, pequeño de tamaño, titulado “El Maravilloso Mundo de los Microorganismos”, como en mi infancia decía que quería ser medico me lo leí rápidamente atraído por la pasión que tenía por la medicina.
Al inicio el autor relataba de que en la antigüedad el hombre se preparaba para vencer a sus enemigos y esto lo hacía fabricando instrumentos rudimentarios que le permitían defenderse, éstos lo hacían utilizando como materia prima: piedras, madera, conchas, huesos y otros, de ahí obtenían, flechas, lanzas, hachas, bates, diversas trampas entre otras, frutos de la imaginación y del estado de necesidad que se le presentaba.
Lic. Arcadio Lugo Puello |
Con todo esto enfrentaban al tigre, al jabalí, el león, el leopardo, y cualquier otra de las fieras que fraguaban su vida de manera silvestre y que en ocasiones se acercaban al hombre causándole daños.
Resulta, que hasta ahí llegaban los conocimientos del hombre respecto a los seres que rodeaban, pero con el paso del tiempo la ciencia empieza a tomar su espacio, llegan las investigaciones con la presencia del microscopio y da lugar a que se descubran los llamados microorganismos, es decir, los seres vivos que no se pueden ver a simple vista, aquí encontramos, virus, bacterias, hongos, líquenes, la euglena, y otros.
Entonces se determina que los verdaderos enemigos del hombre son “los enemigos pequeños”, estos que acabamos de señalar y no las grandes fieras como se creía y que bien se podían vencer con algo de astucia, un lazo, una trampa, una pedrada o simplemente con la fuerza bruta.
Justamente ahora, la humanidad está atrapada en las redes de uno de esos microorganismos, un enemigo pequeño llamado Coronavirus, que rápidamente se convirtió en una pandemia, es decir, que sus tentáculos y efectos destructores se han ramificado en el mundo entero y peor aún sus invitados o víctimas son los seres humanos, llamados a morir por los efectos negativo a la salud, hombres indefensos por el momento ya que no es posible defenderse con instrumentos de fabricación artesanal, ni aplicar alguna acción o gesto de venganza.
De ahí que los muertos e infectados en el mundo se cuentan por millones sin que se vislumbre la posibilidad inmediatamente de controlar el avance de este fenómeno ya que la ciencia aún con sus grandes esfuerzos, sus investigaciones no han arrojado resultados que traigan luz a la tiniebla. Las autoridades a nivel mundial están atadas de pies y manos y no pasan de simple pininos.
Los efectos de esta pandemia están ahí, a la vista, contabilizados, puestos en estadísticas diariamente, no hay lugar a dudas y con el agravante de que hasta el momento sólo hay tres fórmulas viables en cuanto a su uso que nos permiten mínimamente mantener a rayas al Covid-19, a saber:
Distanciamiento físico y social, uso de mascarillas y lavado de manos. Estos tópicos, conforman la acción preventiva, de gran valor en estos momentos en que la ciencia no ha dado pie con bolas en cuantos a la formulación de una vacuna ni de medicinas que puedan sortear, evitar o curar los embates de este terrible virus.
Con gran pesar hay que señalar que hay otra enfermedad que acogota gran parte de la humanidad, “es la ignorancia”, la sociedad está preñada con este lastre, ya decía El Maestro, Eugenio María de Hostos, que “la ignorancia es una enfermedad o una peste,” lo malo del caso es que se hace difícil que quienes la padecen reconozcan que están afectado por esta PESTE.
También el extinto presentador de televisión de la República Dominicana Yaqui Núñez del Risco decía que, “ la ignorancia es atrevida”, y es verdad, es atrevida porque todavía hay una parte considerable de la población en el mundo ( jóvenes y no tan jóvenes) que sigue viviendo la vida loca, haciendo su parrandón con hooka, alcohol, tabaco, playa, drogas, bailes, reuniones y encuentros diversos, violentando todas las normas regulatorias, desafiando la autoridad, y en fin sin tener en cuenta nada, que de señales de poseer una mínima dosis de sensibilidad humana.
A decir verdad, el mundo está colapsado, primero de manera individual, es decir, que las personas resultan afectadas por el COVID-19 y lamentablemente muchos ya vienen arrastrando fallos multiorgánicos que no le ayudad a echar la pelea entre ellos: diabetes, presión arterial, asma, cirugías diversas, fallas respiratoria, renal, tuberculosis, fumador, abuso del alcohol, pobre capacidad inmunológica, uso de marcapaso, diálisis, amigdalitis, tiroides, cáncer, sida, úlceras, oxigeno-dependiente, y otros trastornos no menos significativos y, quienes padezcan de una o más sintomatología de éstas resultarían un agradable caldo de cultivo para aposentar el covid-19 y causar estragos al huésped o nicho humano, dejándole pocas posibilidades de escapar con vida.
Otro colapso es el institucional o gubernamental que ha brillado por la incapacidad o impotencia de las autoridades sanitarias para combatir eficazmente esta pandemia, dejando al desnudo la falta de planificación para una acción preventiva inmediata ya que los hospitales carecen de los insumos y la logística necesarios para hacer las pruebas diagnósticas que determinarán la existencia de la enfermedad, falta de medicina para aplicar de manera segura al paciente teniendo que aventurarse con medicinas que son indicadas para tratar otras enfermedades se le aplica a los pacientes del covid-19 en una clara aventura a ver si la suerte ayuda y de alguna manera surte algún efecto, falta de camas, poco espacio para desenvolverse, falta de personal suficiente y habilitado para tales fines.
Tristemente hemos visto como en nuestros países hay que atender a muchos pacientes en sillas, camillas, en el piso, en las ambulancias que los transporta y también escuchamos como el personal médico y enfermeras inmersos en la impotencia sugieren no enviar a los enfermos a sus casas, que se los dejen ahí para tratarlos, aunque sea en una silla y ayudarlos a mitigar la furia del COVID-19. Es un panorama terriblemente conmovedor.
El mundo ha sido lacerado inmisericordemente por esta pandemia, y en particular nos llama la atención América, nuestro continente (norte, centro y sur, y sus islas adyacentes) donde los muertos, hospitalizados y otros que aún enfermo no han encontrado un espacio donde esperar el desenlace de la visita del covid-19, y se la pasan deambulando como pájaros sin nido yendo desde su casa al centro de diagnóstico y al centro de cuidado.
Es de ahí el valor que tiene la responsabilidad y el grado de conciencia que debemos poner de manifiesto en el diario vivir, cuidándonos y cuidando a los que nos rodean, esto no ha terminado, estamos en espera de la buena nueva, la vacuna.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, dice “creo en última instancia que los estadounidenses podrán obtener la vacuna contra el COVID-19 durante algún momento del 2021.”
También podemos observar que el presidente Donal Trump ha empezado a usar la mascarilla después de restarle importancia a su uso. Son señales claras y precisas de que ésto va para largo, la Organización Mundial de la salud tampoco se aventura a ponderar fecha de la llegada de la vacuna. Que Dios ilumine los hombres en esta búsqueda.
El 11 de septiembre del 2001, cuando la caída de las torres gemelas en Nueva York, el presidente George Bush frente a aquella catástrofe atinó a decir “somos víctimas de un enemigo sin rostro,” y justamente se repite la dosis el coronavirus es un enemigo sin rostro y silencioso, no advierte su llegada, lo que dijimos al inicio del análisis, los enemigos pequeños son los verdaderos enemigos del hombre donde no valen las armas que el hombre ha inventado en su afán desmedido por controlar el mundo.
También están aquellos imitadores de Santo Tomás, (Juan capítulo 20, versículo 25) que necesitan ver y tocar para creer y se reniegan a poner en práctica las medidas que ayudan a evitar el contagio, actuando así, simplemente se convierten en “ los lleva y trae, los mensajeros del Covid-19 “ y mientras siguen esperando verlo para creer siguen en desobediencia contagiando y matando a sus congéneres, ( padres, hijos, esposas , nietos, amigos y vecinos o cualquier otro a quien se acerque), no esperemos ver, actuemos en consecuencia, seamos responsables, es un compromiso de todos, el mundo necesita de nuestra inteligencia y comedimiento, seamos sabios en la dificultad porque “sabio es el que sabe salvarse y salvar a los demás.”