Por JOSE FLANDEZ Los mejicanos estrenan un nuevo presidente en el que han cifrado grandes expectativas de cambio, a pesa...
Por JOSE FLANDEZ
Los mejicanos estrenan un nuevo presidente en el que han cifrado grandes expectativas de cambio, a pesar de las evidentes dudas que generan en los observadores sus constantes contradicciones, cambios de actitud y sus planteamientos erráticos y ambiguos sobre temas tan sensibles, como la seguridad y la economía, así como por su complacencia ante los gobiernos antidemocráticos de izquierda.
El nuevo presidente, un líder populista de izquierda que goza de una gran simpatía, principalmente en los sectores marginales, que son los que históricamente más lo han apoyado, toma posesión de la presidencia en medio de una altísima tasa de popularidad que ronda el 70%, reflejada en todo el espectro poblacional, lo que constituye un gran compromiso para su gobierno, satisfacer las expectativas creadas.
Aunque López Obrador no predica la tesis del marxismo leninismo, no deja de preocupar su declarado izquierdismo, lo que hace pensar en el fracaso reciente de todos los gobiernos que han gobernado aplicando políticas basadas en líneas económicas de tendencias socialistas, que implican un ataque frontal a las libertades, al sector privado y conllevan a la estatización de la economía y a la centralización.
La propuesta de amnistiar a los capos del narco tráfico con la supuesta intención de que termine la violencia, es algo increíble y difícil de concebir. Eso sería como premiar a los criminales en vez de aplicarles la justicia que merecen. Son ideas desconcertantes que preocupan y ponen en duda las buenas intensiones y la calidad de estadista del nuevo presidente.
La inusitada suspensión de la construcción del aeropuerto internacional de Texcoco, una multimillonaria obra en avanzado proceso de construcción, genera gran incertidumbre en la economía y en la confianza de los inversionistas, que buscan seguridad para sus inversiones en un marco de estabilidad y certidumbre.
Produce mucha incertidumbre que un presidente sea tan errático, que pueda cambiar de opinión de un momento a otro sin tomar en cuenta funestas consecuencias en el quehacer económico, como fue el efecto negativo que produjo en la bolsa mejicana la decisión abrupta de cancelar la construcción de la obra mencionada.
El nuevo presidente también cambió de opinión en relación a la promesa de que retiraría a los militares que realizan labores policiales de las calles de las ciudades donde campea el crimen organizado, anunciando ahora un nuevo Plan Nacional de Paz y Seguridad, con el que se creará una Guardia Nacional, que sería una corporación integrada por militares y policía civiles, bajo el mando de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Andrés Manuel López Obrador, se instala como nuevo presidente prometiendo no solo un cambio de régimen político, sino que se compromete erradicar la corrupción y terminar con la impunidad que “impiden el renacimiento de Méjico”.
Ojalá y los mejicanos no sean defraudados por los incumplimientos de tales promesas y que Obrador cumpla con lo prometido, que no sea más de lo mismo, asumiendo seriamente las riendas de una nación que puede considerarse como un Estado fallido, aún siendo vecino inmediato del mayor ejemplo de desarrollo, de la mayor democracia y primera potencia del planeta, pero de la que no ha copiado la forma ejemplar de gobernar.