Manuel Vólquez Algo hay que hacer, y con carácter de urgencia, con la escalada de suicidios en el país que involucra tanto a adultos como...
Manuel Vólquez
Algo hay que hacer, y con carácter de urgencia, con la escalada de suicidios en el país que involucra tanto a adultos como adolescentes. Es un fenómeno social convertido ya en una pandemia y no veo acciones oficiales efectivas para frenarlo.
Los profesionales que tratan estos casos aseguran que las causas de estas tragedias tienen enlaces en las precarias condiciones de vida de muchos dominicanos, agravadas por factores económicos y severos quebrantos de salud, que terminan construyendo una aureola depresiva.
Se han citado casos de ciudadanos que se quitan la vida razones múltiples: deudas, por sentirse defraudados en el aspecto sentimental o por no encontrar empleo para mantener a la familia, nostalgias por la soledad al perder a los hijos y cónyuges, y otros.
Lo preocupante es que entre las víctimas hay adolescentes de ambos sexos que terminan colgándose, abatidos por la depresión.
La adolescencia es una etapa en la que se replantea la definición personal y social del ser humano, además de su diferencia en el medio familiar, la búsqueda de pertenencia y el sentido de vida.
Esa forma violenta de despojarse la vida se ha convertido en la tercera causa de muerte en adolescentes en el mundo y la cuarta en América Latina y el Caribe, según estudios recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Naturalmente, esos hechos se han incrementado los últimos años porque los problemas económicos y sociales son mayores.
En República Dominicana, los suicidios se incluyen en la clasificación de muertes violentas. Así lo encasillan la Policía Nacional y el Departamento de Estadísticas Demográficas, Sociales y Culturales de la Oficina Nacional de Estadística (ONE).
Para que se tenga una idea de la gravedad del problema, en este escenario las muertes por esa vía durante los años 2007-2016 ascendieron a 5,662, un promedio de 566 casos anuales, representando el 11.22% del total de muertes violentas para ese periodo.
La tasa de mortalidad por esas causas en el año 2016 fue de 6.4 por cada 100 mil habitantes, cifra que ascendió a 569 (486 hombres y 83 mujeres), de los cuales 45 fueron adolescentes, 28 hombres y 17 mujeres.
El 2 de octubre del 2017, la doctora Mayra Perera, especialista en este tema, advertía que “los padres de adolescentes deben prestar especial atención ante eventuales señales de aislamiento, tristeza, agresividad y otros comportamientos anómalos que apuntan hacia una conducta suicida en el adolescente”.
Sostuvo que en los últimos 15 años la tasa de suicidios en el país registra un incremento del 55%, siendo la segunda causa de muertes de adolescentes en nuestro país, sin tomar en cuenta que muchos decesos son encasillados como “suicidios no determinados”.
En esa ocasión, informes estadísticos del Observatorio de Seguridad Ciudadana detallaba que en ese año ocurrieron 3,629 casos de suicidios desde 2011.
El método más común que utilizaron las víctimas para quitarse la vida fue el ahorcamiento con al menos 1,726 muertes, lo que representa aproximadamente el 47 por ciento de estos casos.
En lo que va del 2018, también se han reportado muchas muertes en circunstancias similares, algunas de estas de adolescentes en edad escolar atrapados por causas demoledoras como la tristeza al sentirse desprotegidos, maltratados, abandonados por la familia o imposibilitados de superar el estado de pobreza extrema.
Hace poco, en La Romana se suicidó un teniente de la policía, mientras en Santiago hicieron lo propio un comunicador y un joven odontólogo, sin contar los que se han arrojado al mar. Y ocurrirán más muertes.
El factor común en esas tragedias fue la depresión, un asesino silencioso que cada día aumenta a la velocidad de un huracán.