Lic. Félix M. Peguero Periodista y escritor reside en Bani Baní.- Es la pregunta que me hago, que me asalta a cada...
Lic. Félix M. Peguero
Periodista y escritor reside en Bani
Baní.-
Baní.-
Es la pregunta que me hago, que me asalta a cada momento, en medio de las propuestas y sugerencias que han sido planteadas para cambiar de nombre a la provincia Peravia. La idea no es descabellada, se sitúa en el plano de lo racional y conveniente, ya que Baní es el nombre primigenio de la villa Nuestra Señora de Regla.
De hecho, la palabra se desprende de los vocablos indo antillano que significan: (Ba, padre, y ni, agua). Es decir, padre de las aguas, en alusión a los grandes afluentes acuíferas que existían.
Algunos historiadores atribuyen el nombre de Baní a un nitaíno llamado Vaní; sin embargo, para el caso que nos ocupa lo más significativo y relevante es reconocer que por mas de 250 años, si tomamos como punto de partida el 3 de marzo de 1764, venimos identificándonos como banilejos, definiendo los rasgos característicos de nuestra identidad.
Esta etnia banileja trasciende, se dimensiona y proyecta ante el mundo con su propia identidad. Es la capital de la provincia Peravia y la progenitora de los municipios de Nizao y Matanzas, y en el pasado recien de San Jose de Ocoa.(N.R).
Los ha visto nacer y desarrollarse sosteniendo como estandarte el banilejismo que resalta en el palpitar cotidiano de sus lugareños, sin importar cuan lejos se encuentren del centro de la ciudad. Así, desde el distrito municipal Las Barias hasta la comunidad de Salinas, en todos los espacios, sectores y comunidades, nos identificamos con el gentilicio de banilejos.
Entonces, por qué no aprovechar la fuerza vigorosa de un nombre que ya es una marca establecida, registrada y patentizada con la añeja solidez de su inmaculada historia.
Con frecuencia reaccionamos ante lo que consideramos desconocimiento de personas que al referirse a nuestra provincia invocan el nombre de Baní. Esto no es casual, es la confirmación de una realidad insoslayable: Baní trasciende los linderos geográficos de nuestro municipio para abarcar a toda la provincia.
En su discurrir histórico la provincia Peravia ha cambiado de nombre en varias ocasiones, pero siempre ha permanecido el gentilicio de banilejos que, cual tinta indeleble viene adherido a nuestra recia estirpe.
Respetamos a quienes defienden continuar con el nombre de Peravia, corruptela léxica del apellido de doña Ana de Pravia, heredera de uno de los hatos en que estaba dividida la extensa sabana donde se fundara posteriormente la villa Nuestra Señora de Regla de Baní.
Entre los argumentos destacan la utilidad del nombre en empresas reconocidas a nivel nacional e internacional, así como las obras literarias que han sido escritas a partir del gentilicio peraviano. Sin embargo, desconozco que un oriundo de esta tierra se presente como peraviano en cualquier lugar del planeta, salvo raras excepciones.
En el polo contrario se encuentran los promotores del cambio por el de provincia Máximo Gómez, en homenaje al ilustre hijo de Baní, libertador de Cuba, quien por sus aquilatados méritos acumulados en el campo de batalla, es digno de los más elevados reconocimientos. No obstante, sin menoscabo de su grandeza, entiendo que el cambio, mas que bien sería desfavorable para la proyección de la provincia como destino ecoturístico.
Tendríamos que erogar cuantiosos recursos para mercadear con éxito la provincia, asumir estrategias de socialización y promoción del nuevo nombre, y esperar que el tiempo arroje los resultados deseados. Entonces, para qué desgastarnos en un proyecto de cambio de esa naturaleza, cuando de manera espontánea el pueblo responde como banilejo.
Es una realidad que nadie oculta, que ha cobrado fuerza con el paso inexorable de los años, siendo notable en demarcaciones vecinas, que aun perteneciendo a otros municipios, sus lugareños afirman con orgullo que son banilejos.
Algo que no podrá borrar un cambio de nombre, por más fundamentado que se encuentre. A modo de reafirmar o contradecir mis disquisiciones, les remito a la base de la sociedad, a los poblados aledaños, a los estudiosos e investigadores socioculturales y a los mercadólogos que se involucran en la construcción de destinos turísticos.
Baní es una marca reconocida, vendida a nivel internacional como la Capital del Mango, como la tierra donde se produce el mejor dulce de la República Dominicana, la cuna del último libertador de América, el Generalísimo Máximo Gómez Báez, la ciudad más limpia del país, el paraíso donde brotan, cual capullos de rosas, las mujeres más hermosas, la Meca del comercio, y ahora, como catapulta hacia el desarrollo, nos proyectamos como el polo turístico más importante de la Región Sur.
Si partimos de esas apreciaciones asentadas en la psiquis del dominicano, viendo a Baní como un todo, observamos que ese proceso de reconstrucción permanente de nuestra identidad lleva más de dos siglos y medios de iniciado. No es fortuito, se ha ido gestando por generaciones, con la participación activa de una sociedad que profesa con sobrado orgullo su banilejismo.
Esa es la impronta del banilejo, un pueblo forjado al fragor del sacrificio, en estrecha relación con la tierra, con la cultura y las tradiciones.
Somos la sede de grandes eventos que se consideran modelos de organización a nivel nacional e internacional: la Feria del Mango, el Carnaval Regional Banilejo, los convites que se realizan tanto en Santo Domingo como en la ciudad de Boston, en los Estados Unidos de Norteamérica, así como también otras actividades de trascendencia, donde se ponen de manifiesto el talento y la creatividad de nuestra gente.
Nuestra riqueza cultural es inmensa, basta señalar el baile de La Sarandunga, lejana herencia del sincretismo mágico religioso que heredamos de los negros esclavos que se refugiaron en nuestras montañas para escapar de las persecuciones de los colonizadores europeos. Y por igual, contamos con la mayor reserva de coplas no escritas, que a modo de Chuines son esparcidas por todos los escenarios donde se presentan los exponentes de una tradición que debemos preservar.
Es tanto lo que podemos hablar de Baní, que sin pecar del vano orgullo que resurge para robarnos la profundidad del análisis, podemos convertir en propuesta definitiva, legítima y contundente, que la provincia lleve por nombre Baní, como ocurre con cabeceras de provincias como Azua, San Juan, Santiago, San Cristóbal, entre otras.
La propuesta está sobre la mesa, es pieza para el análisis objetivo, desprovisto del subjetivismo emocional historico.
Es un enfoque realista orientado al aprovechamiento del potencial natural, histórico y cultural que se constituyen en nuestra principal fortaleza para avanzar con pasos firmes por las sendas del desarrollo. Valorarla y ponderarla en su justa dimensión, es la tarea que nos convoca.
Finalmente me permito parafrasear al insigne educador don Eugenio María de Hostos, quien asombrado por la ardorosa entrega de los banilejos en la tarea solidaria de construir el sacro templo destinado a rendir culto a la Virgen de Regla, exclamó las frases lapidarias: “Baní es una familia, lo que tiene de encantador Baní es que todo él obedece al principio de la familia… ah si algún día llegara la república entera a ser Bani.
